sábado, 29 de enero de 2011

En enero del 11...


Me encataría tener hijos algún día. Si alguna vez los tengo, me gustaría contarles acerca de muchas historias acotecidas tanto aquí como al otro lado del océano. Cada salida es una nueva aventura, cada noche es un nuevo comienzo, el génesis del destino.

Esta historia inicia con una cena. Tres amigos saliendo a comer unas generosas porciones de carne. Una larga y animada conversación calentó aquella fría noche de invierno en Madrid. Después, bajo el manto de la oscuridad, salimos a buscar refugio en una de las tantas discotecas que abrían sus puertas a esas horas de la noche.

Era enero del 11 (así supongo que se referirán más adelante a este año) y por donde pasábamos, un montón de personas nos ofrecían tragos gratis con tal de que entráramos en su discoteca. Así terminamos adentrándonos en la vida nocturna madrileña, con algunas cervezas y algo más de ron.

Las discotecas empezaban a llenarse. Con el estómago lleno, entramos a algunos sitios para calmar nuestra sed. Pero no era una sed de alcohol, era una sed de experiencias, de situaciones.

La música empezó a invadir nuestros sentidos. Cuando menos lo esperábamos, empezamos a hacer nuevos amigos.

Supongo que fue una salida típica de nuestra generación, pero así también serían las de nuestros padres o serán las de las generaciones venideras. La necesidad de relacionarse con otros, de encontrar lugares en común y compartir con amigos.
Parece una noche en la que no pasó nada diferente a lo que normalmente acontece en nuestras vidas, pero ahora contamos con nuevas amistades, y solo el futuro nos podrá decir si esta noche habrá cambiado algo de nuestras vidas.


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